El día que las bicis tomaron las rutas
El ENCU, primer Encuentro Nacional de Cicloviajantes en Uruguay superó cualquier deseo.
Los pedales cargados rodaron cuanto punto cardinal apareció, recorrieron caminos, se cruzaron en el trayecto y llegaron al lugar acordado, Manguera de los Artigas, Casupá. Enorme, arbolado sobre el arroyo y más de cien acampamos holgadamente. Las alforjas cargadas de experiencias y curiosidades se volcaron en la manta del ENCU, para compartir con respeto y alegría las vivencias y anhelos.
La gestión colectiva y horizontal concretó lo justo y necesario para que el escenario de la magia rutera tuviera vida propia y surgieran los encuentros. La llegada y el primer saludo tímido, pero confiado, rompieron el hielo transparente, rifa va, rifa viene, el guiso fue quedando mientras el cine conmovía. El fogón jugó con el resto de la energía que dejaron los kilómetros del día soplido.
A la mañana piruetas, Acroyoga y estiramiento con abrazo caracol, el riesgo y los mimos nos dieron los buenos días. El Colo y sus ingenios sorprendieron, no hay excusa, hay que bañarse. La olla volvió a cocinar, chapuzones y guitarreada se llevaron parte del sol insistente.
Los animales viajeros tomaron protagonismo cuando el sol bajaba, el circo se llevó los aplausos y el momento de hablar a micrófono abierto se dio; sobre la mesa quedaron historias personales, posturas encontradas y el deseo de unir fuerzas para construir nuevas vías.
Punchi punchi, las luces, los parlantes y las pizzas, amasa amasa punchi punchi, el dosuno y la plena. El fuego prendido de a poco se dio por vencido.
A la mañana los veteranos de Casupá visitaron, charlaron y dieron pie para el sorteo que funcionó y con poco presupuesto sostuvo la gestión.
El encuentro fue el almácigo de lo infinito, dimensionarlo sería inútil, valorar sus consecuencias es lo que nos queda.
El primer ENCU hizo historia, las bicis en la ruta se hicieron camino.
Texto: Alito Cabrera
El ENCU: una de las miradas
Las bicis llegaron al ENCU, el primer encuentro Nacional de Cicloviajantes en Uruguay. En las alforjas fueron y vinieron muchas historias para ser contadas. Aquí una de ellas.
Todo comenzó en aquella esquina de Jacinto Vera. La banda quería salir temprano, pero regada de plantas por aquí, pasada al cajero por allá, para cuando nos dimos cuenta el solazo ya estaba haciendo de las suyas. Así que mangalargaprotectorsombrero y a pedalear. Armadísimos, nada de qué preocuparse. Charla va, pícnic viene, nos íbamos conociendo ¿O ya nos conocíamos? Allá por el mediodía el calor se hacía sentir y el equipo pedía siesta. Y a la sombra, por favor. No habrá sido el paraíso de árboles frondosos y arroyito para bañarnos que andábamos deseando, pero esa garita de bondis apareció para salvarnos. ¡Bendita tú seas entre todas las garitas!
Unas decenas de kilómetros y otras de coquitos después, llegamos, hermoso atardecer mediante, al famoso Fray Marcos. La recibida, soñada: aplausos, abrazos y sonrisas. Y lo mejor de lo mejor: la avant premiere de lo que serían las pizzas del sábado. El profe Juan Pablo nos mostraba orgulloso sus primeros chiches plegables mientras el Washin ponía las manos en la masa. La vibra ENCU ya estaba en el aire. ¡Y qué bien se sentía! De ahí derechito a recuperar esas gambas que todavía quedaban unas vueltas más de pedal.
Una mañana de viernes bien diferente; el mate infaltable, un último chapuzón en el río, un par de compras con bandera y foto incluidas en la plaza y ahora sí que sí… Siguiente parada: ENCU. La pedaleada masiva hasta el camping fue un éxito. Para ese entonces todo era ya pura emoción. Tanta que ni el vientazón en contra podía frenarla.
Llegada victoriosa y a armar las carpas de nuevo. Que si el sol sale de acá, y el viento viene de allá… El reconocimiento de terreno nos llevó un rato a más de unx. El que la hizo bien es uno que yo sé, que se quedó con una parcela cinco estrellas con vista al río. Noche de guiso con peli siempre es terrible plan. Celebro que se nos invite a reflexionar sobre la diversidad con sus tantas aristas. En eso, como en la bici, tenemos mucho camino por andar aún. Antes de descansar, una pasadita por la parcela amiga -¿Cinco, dije? ¡Toditas las estrellas, hasta las fugaces!
Para empezar el sábado con todo, nada mejor que un desayuno bien contundente. Lxs autoproclamados pochxs le hacían honor a su nombre a cada minuto. El Seba seguía sacando tuppers con recetas deliciosas y los pochxs en su salsa. Total, con todo el deporte que hacemos, ¿no? Acroyoga, estiramiento, más acroyoga, ¡hasta remo le metimos! Por poquito nos perdimos la ducha del Colo, así que no quedó otra que el viejo y querido río. Los cuerpos pedían chapuzón. ¡Qué delicia! Nada como un bañito de río para aquellxs que venimos de pagos de aguas dulces.
Artículo: ¿EL CICLOTURISMO ES LO MÍO?
Fuegüito que se prende y arraaaaaaaaaancaron las pizzas. Ahí andábamos todxs contentazos masa que te amasa y punchi que te punchi, aunque varixs esperando una cumbia que te cumbia para salir a las pistas. Se hicieron desear pero llegaron. ¡Y cómo las bailamos! Pa´ mi que en otra vida fui bailarina de una banda de cumbia. ¿De ahí nos conocemos Andre, no?
Ni el cansancio post baile podía opacar la felicidad acumulada de tres días de puras cosas lindas. Todavía quedaba un poco de ENCU y allí estábamos todxs, firmes. Charla y gran sorteo gran para cerrarlo con todo. La manta de los pochos seguía tirando de sus magias y los premios no paraban de llegar.
Llegaban también de a poco los primeros abrazos de despedida. Pero la banda no quería saber nada con que se acabara la cosa. El Cita se iba de Fray Marcos con dos asientos vacíos. El ENCU no quería terminar. Juntamos fuerzas para esa última cena -¡gourmet, señoras y señores!- y cargamos de todo en el barquito peruano. ¿Un qué? ¡Un perro!
Ahora sí que tocaba madrugar. Unos mates a la carrera y a pedalear a por esos lugares en el bondi. De despedida, una rosca de crema y unos abrazos de esos que no necesitan palabras. Abrazos de verdaderos hasta luego y llenos, llenísimos de gratitud.
Gracias, mil veces gracias.
¡A por muchos ENCUS más!
Texto y fotos: Julia Picatto